viernes, 9 de septiembre de 2011

“Superman: Red Son”, si Superman hubiera caido en Rusia en vez de USA

“Superman: Red Son”, si Superman hubiera caido en Rusia en vez de USA.

¿Qué habría pasado si Superman hubiese aterrizado en la U.R.S.S. en lugar de en EE.UU.? La idea, por descabellada que parezca (sobre todo teniendo en cuenta que Superman siempre ha sido un gran icono de la cultura estadounidense) es el detonante de la gran historia que Mike Millar desarrolla en “Superman: Red Son”. Y tal vez, precisamente por lo descabellado de la idea, el cómic de Millar sea una gran obra maestra del género.

De todos los recopilatorios de grandes historias del cómic que he comprado a lo largo del tiempo, “Superman: Red Son” es, probablemente, el que más veces he leído. Para mí, Red Son representa una ruptura con la visión que todos tenemos de Superman como el “buen chico” que parece ser, e introduce a todos los personajes tradicionales de sus historias en una gran zona gris, en la que nadie es bueno del todo (ni siquiera el propio Superman), ni malo del todo (ni siquiera el propio Luthor). Y aunque parezca increíble mantener una lucha entre el bien y el mal en ese entorno, en el que todos los personajes son grises, Red Son consigue mantenerte absorto en una lectura que no tiene desperdicio.


La historia se sitúa en medio de la guerra fría de los años 50. Cuando los Estados Unidos y la Unión Soviética estaban enzarzados en una batalla por conseguir el mejor armamento, Superman se convierte en la mayor arma y el mayor defensor de la causa comunista, amenazando terriblemente a los Estados Unidos. Lex Luthor, el brillante científico que encabeza las investigaciones de los laboratorios S.T.A.R., tiene como único objetivo equiparar la defensa de los Estados Unidos a la de la U.R.S.S., que gracias a Superman, parece invencible.

La eterna lucha entre ambos personajes, a la que estamos acostumbrados en otras historias de Superman, se convierte en una pugna de poderes e ideas políticas en el momento en que Luthor llega a presidente de los EE.UU. y Superman dirige la Unión Soviética Mundial, a base de someter las voluntades individuales de los ciudadanos bajo su control. El clímax de la lucha entre los mayores enemigos del cómic llega cuando Superman sucumbe al ingenio y las maquinaciones de Luthor, la mente humana más brillante, y se da cuenta de que su control absoluto de la humanidad puede producir una sociedad sin problemas, sí, pero al precio de inhibir totalmente de la libertad individual. Con una simple nota, Luthor, que se convierte en el mayor defensor de los derechos humanos sin perder su papel de villano, convence a Superman de que ha estado equivocado toda su vida.
¿Por qué no meter el MUNDO entero en una botella, SUPERMAN?
Superman: Red Son salvando a un niño en el Daily Planet
Desde este momento, Superman se da cuenta de que en su afán de proteger a la humanidad, ha sido cegado por una doctrina controladora y ha acabado sometiendo a los que se había propuesto proteger. Ante la amenaza de la inminente autodestrucción de la nave de su aliado, Brainiac, Superman se ve obligado a desaparecer en el espacio exterior, donde la explosión no afectará a la Tierra, a la vez que decidr dejar a la sociedad humana sola ante su propia historia, para que aún con agonías y errores, desarrollen su máximo potencial, en libertad.
En el epílogo, contado con la voz en off de un desaparecido Superman, Luthor vuelve a convertirse, tras la desaparición (y supuesta muerte) de Superman, en el presidente de los EE.UU., que trae la prosperidad global. En los siglos siguientes, el apellido Luthor, derivado en Luth y posteriormente en una simple “L”, permanece en la historia como un referente del potencial humano, hasta que la sociedad se acomoda en su complacencia y no es capaz de enfrentarse a un un paradójico y sorprendente final.
En el momento de terminar de leer Red Son, al igual que cuando se leen otros experimentos similares, como Luthor (Azarello, 2005), uno acaba preguntándose si el papel de Superman es realmente el de un héroe, dedicado a salvar a la humanidad incluso de sí misma, o más bien el de un villano encubierto, que por su intervencionismo está evitando que la humanidad se enfrente a sus propios problemas y evolucione de manera natural hasta su máximo potencial. Y, extrapolándolo al mundo real, ¿y si nuestros gobernantes estuviesen haciendo exactamente lo mismo?


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